jueves, 28 de mayo de 2009

Isla Chiquita

La isla me queda Chiquita. Por eso voy al mar. Al mar más lejano que pueda llegar nadando, donde solo habitan mis amigos los peces azules, los erizos muy negros y alguna que otra gaviota que viene a hacerme compañía. En el mar me siento libre desatada de rutinas viejas que poco a poco se van desgastando. Olvido que tengo piernas y me siento cola de pez, como medusa rosada o agua viva transparente con filamentos agudos, finos y letales. Otras, como aleta solitaria con norte y sueños de llegar a otras costas donde se pierda el lenguaje, la memoria y olvide quien fui.
Me reinventaría en el mar como ballena poderosa de mares muy fríos, aquella que llaman” las rubias”, las que enamoran si se dejan ver. Seria eso si una ballena muy libre, una que desde Alaska dejaría el camino hasta llegar a Tahití, a las Islas de la Polinesia.
Sería testigo de los mares más tempestuosos, los oscuros y grises, aquellos que no tienen fondo. Olas espumosas, turquesas y transparentes y cientos de delfines serian mis guardianes en esta larga travesía.
A la orilla, solo de lejos y sin ninguna tristeza solo llegaría un día que arrastrada por el mar se me hiciera muy chiquito.

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